La magnitud de las estrellas

La magnitud de las estrellas




Seguro que alguna vez has oído hablar de la magnitud de las estrellas. Unas tienen una magnitud pequeña y otras más grande. Incluso las hay que tienen una magnitud negativa. ¿Qué es la magnitud y qué mide?
Con el término magnitud nos referimos al brillo de una estrella. Este término viene de antiguo. En el siglo II a. C., uno de los primeros astrónomos, el griego Hiparco hizo un catálogo de las estrellas del cielo. Entonces sólo pudo tomar nota de las que veía a simple vista, unas 1000 estrellas. Las agrupó en categorías según su brillo, y a estas categorías las llamó magnitudes. A la primera categoría, magnitud 1, le asignó las estrellas más brillantes. Las menos brillantes, las que apenas podían distinguir a simple vista, pertenecían a la sexta categoría, a la magnitud 6. Por eso, cuanto menor sea la magnitud más brillante será la estrella.

Con el avance de la ciencia hemos podido medir de verdad la intensidad de las estrellas y hemos visto que los griegos hicieron un buen trabajo en su clasificación, porque la diferencia de un grupo a otro se resume en un número: 2,5. Una estrella con una magnitud 1 será 2,5 veces más brillante que una estrella de magnitud 2. Y ésta a su vez será 2,5 más brillante que una de magnitud 3 (y así sucesivamente). Si tiramos de las matemáticas, podremos ver que una estrella de magnitud 1 será 100 veces más brillante que una de magnitud 6.

Con la aparición de los telescopios hemos sido capaces de ver estrellas que ni si quiera sabíamos que estaban allí. Es decir, alcanzamos a ver estrellas cuya magnitud está por encima de 6.  Por eso se ha aumentado el número de magnitudes.





Vega brilla más que el resto de estrellas de magnitud 1. Por eso tiene una magnitud 0. Hay otras estrellas, como Sirio, que brillan más que Vega. O planetas, como Venus, Saturno o Júpiter, que brillan aún más. Por eso tienen magnitudes inferiores al cero, es decir, magnitudes negativas. Y la precisión de nuestros sistemas de medición nos permiten abandonar los valores absolutos y utilizar decimales en la asignación de magnitudes. Por ejemplo, Sirio tiene una magnitud de -1,4, Marte a veces alcanza la magnitud de -2,8. Venus llega a la magnitud -4,4. Y la Luna tiene una magnitud de -12,6. Y el cuerpo más brillante del cielo tiene una magnitud de -26,8. ¿Sabes cuál es? Efectivamente, nuestro Sol.

A simple vista no podemos ver estrellas con una magnitud mayor de 6. Así que para ver Plutón, por ejemplo, que tiene una magnitud 14, necesitamos un telescopio. Con los telescopios amateurs podemos llegar a ver objetos de magnitud 16-18. Los telescopios profesionales que hay en la Tierra detectan estrellas de magnitud 25-27. Y los que están orbitando alrededor nuestra, como es el caso del Hubble, llegan a ver estrellas de magnitud 30.

En la actualidad distinguimos entre dos tipos de magnitudes: la real y la aparente. Del mismo modo que vemos más brillante la luz de una linterna situada a escasos centímetros de nuestra cara que un faro marino en el horizonte, las estrellas más próximas a nosotros parecen más brillantes que las lejanas, aunque éstas últimas sean más luminosas. Este efecto lo medimos con la magnitud aparente, que nos indica cómo vemos de brillante una estrella desde la superficie de nuestro planeta. Si fuésemos capaces de colocar todas las estrellas a la misma distancia y medir su brillo, tendríamos sus magnitudes reales.






Como es imposible alinearlas todas, los científicos estudian cómo sería el brillo de una estrella si la colocásemos a una distancia determinada (10 parsecs, o lo que es lo mismo, unos 32,6 años luz). Así establecen el valor de la magnitud real de las estrellas. Por ejemplo, el Sol que tiene una magnitud aparente de -26,8 ha dado una magnitud real de 4,83. Es decir, que no es de las más brillantes del cielo.

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